Este apogeo del desarrollo urbano deriva en procesos de modernización y monumentalización que se prolongarán hasta finales del siglo XIX y principios del XX y que tendrán como principal objetivo mejorar el rango de la ciudad con estrategias de reforma urbana y de promoción de una nueva imagen; a posteriori veremos que las grandes ciudades irán compitiendo sucesivamente por su prestigio internacional jugando su mejor baza como ‘capital cultural’ o, como bien dice el Dr. Javier Monclús: “imanes de atracción de capitales”3.
Como ejemplos de dicho proceso se encuentran Francia –Carcassonne, en la zona Sur de Francia, a 80 kilómetros al este de Toulouse, o París–, Inglaterra –con las famosas ‘casas de campo góticas’–, Argentina –concretamente Buenos Aires, que será llamada a partir de estas reformas ‘el París del Sur’– y España –Barcelona–.
Barcelona inicia también estas estrategias urbanísticas para “reforzar su prestigio tanto a nivel nacional como internacional”4, reflejando la importancia de su aspiración al futuro papel en la Macrorregión del suroeste de Europa. Su punto de referencia e influencia se encontraba principalmente en París, la capital cultural por excelencia que albergaba numerosas exposiciones universales; el objetivo, pues, de la reforma arquitectónica era reconvertir y promocionar la imagen urbana de una Barcelona cosmopolita, moderna, que se vinculase a una “nueva sensibilidad hacía la conservación y la promoción de la ciudad histórica”5; de esta manera, se revalorizan los testimonios del pasado romano y medieval de la ciudad, dando importancia a la idea de ‘museo al aire libre’. Se recogen en un tejido urbano homogéneo, –destacando un entorno gótico alrededor de la Catedral–, una gran concentración de monumentos que tenían la función de ensalzar el glorioso pasado medieval de la ciudad.
EL CASO FRANCÉS: CARCASSONNE
A partir de la Revolución Francesa se pusieron en juego una serie de cambios en la mentalidad de la población. Como se ha comentado con anterioridad, la idea de una legitimación de la nacionalidad y la estimulación para acoger turismo marcó la inauguración de un proyecto moderno para París, y varias ciudades de Francia. El nacionalismo quiso demostrar que el concepto de nación se forja en el pasado y que permanece y precede a la propia historia. Tras este cambio de mentalidad surgido a consecuencia de la Revolución, la artificialidad adquirió un elevado reconocimiento. La idea de la nación francesa era revelar los orígenes de las instituciones fundadas por la burguesía para presentarlas como historia propia. Dicho origen, marcado por el desarrollo de las ciudades y el comercio, está fechado entre los siglos X y XV, englobando de este modo la Edad Media. En el contexto de 1790, surge en Francia el concepto de «monumento histórico» con la idea de devenir “toda aquella antigüedad capaz de fijar, ilustrar o precisar la historia nacional”1. Desde la Comisión de Monumentos Históricos, creada por Guizot en 1837, se propuso la restauración de todos los edificios que durante el período de la Revolución habían sido destruidos, y que en esos momentos eran considerados como monumentos históricos, concretamente edificios medievales de estilo gótico.
Manteniendo la idea del espíritu romántico de la época, añorado del pasado medieval, llevará a cabo la necesidad de restauración de fortificaciones, como la hallada en Carcassonne. En ocasiones, lo que se inicia como una simple restauración de patrimonio medieval, deviene la moda de nuevos castillos, con la justificación de aprovechar restos anteriores como proyectos de nueva planta.
Carcassonne está situada al sudeste de Francia en la zona de Languedoc-Rousillon. Fue considerada uno de los mejores ejemplos de arquitectura medieval francesa, aunque no fuera
construida de forma unánime durante ese período. Se conoce que las partes más antiguas de la muralla fechan de la época del Imperio Romano, mientras que los muros más modernos se construyeron entre el siglo VI y XIII. La ciudad pasó por distintas manos: en el siglo IX se asentó una primera sociedad franca, hasta que fue asaltada en 1209 durante la cruzada contra la herejía albigense; posteriormente Carcassonne fue conquistada por los anglonormandos, cuyos habitantes fueron masacrados por orden de Simón de Monfort, principal protagonista de la cruzada albigense. Años más tarde, entre 1228 y 1239 se construyó un segundo recinto de murallas delante del primitivo visigodo, levantando puertas fuertemente protegidas, entre las que se encuentran la de Narbonense, la del Bourg y la de San Nazario. En 1247 pasó a manos del Rey de Francia Luis IX, restaurándose la iglesia de San Nazario en estilo gótico. Durante los siglos XVII y XVIII, los estamentos administrativos y religiosos de la ciudad se trasladaron desde la plaza alta fortificada al arrabal conocido como la Ciudad Baja, quedando el recinto antiguo en un segundo plano fuera del desarrollo urbano y comercial de la nueva Carcassonne.
En tiempos de la Revolución Francesa y durante la primera mitad del siglo XIX, se produjo un abandono y deterioro de los edificios que comprendían la fortificación. En ese período la fortificación se usaba como arsenal y cuartel; el espacio estaba tan infravalorado que se incitó al derribo de edificios con el objetivo de adquirir material de construcción. A partir de la segunda mitad de siglo en adelante, prosperó la idea de la conservación del patrimonio arquitectónico y cultural a partir de las aportaciones de personajes tales como Valiadier, Viollet-le-Duc, Ruskin, Boito o Giovanni. Algunas actuaciones como las de derrumbamiento de edificios fueron denunciadas, así que en 1820 el Ejército se puso al mando de la villa. Prosper Merimée, encargado de los monumentos de Francia, incitó a despertar el interés por la ciudad fortificada. El primer edificio en ser restaurado fue la iglesia de San Nazario de Carcassonne, inspeccionada por Viollet-le-Duc el año 1844. Lo que en un principio debía ser una consolidación del templo resultó finalmente una restauración casi completa, con todo tipo de añadiduras neogóticas. Al mismo tiempo, y con el consentimiento de Merimée, Viollet-le-Duc inicia la restauración de las murallas, encargándose primero de la restauración de la Puerta Narbonense. Viollet se muestra contundente en la decisión de que la ciudad dejara de depender del Ejército como Plaza de Armas, así como la necesidad de eliminar todos los añadidos ajenos a la muralla. Se aprovecha todo lo que está en buen estado reconstruyendo de nuevo y mejorando lo destruido, mediante proyectos detallados de restitución medievalista minuciosa:
La coronación de los muros, con almenados perfectos, nuevas puertas y huecos de cantería labrada, con el remate de las cubiertas cónicas de pizarra, transforman una ciudad amurallada austera (…) en un pintoresco complejo de elementos castillistas de romántica imagen lejana y cercano aspecto de artificial obra nueva.1
Para muchos historiadores, la restauración de la fortificación de Carcassonne fue excesiva, fiel al significado de la palabra restauración para Viollet-le-Duc, entendida como un modo de revivir un pasado glorioso. De hecho, en el periódico International Herald Tribune se dedicó un artículo parodiando a la fortificación con el título de “Better than Disney: Carcassonne, the fortress on a hill”. En dicho artículo se pone en paralelo el atractivo de los grandes parques temáticos del ocio post moderno con uno de los lugares ejemplares de la restauración y conservación de monumentos históricos. Lo que sucede en Carcassonne es el efecto de museificación descrito por Jean-Louis Deotte, considerado un “fenómeno estético común de desaparición de los objetos que, aparentemente reales, se inscriben en un recinto imaginario del que dispone la cultura moderna”2. En los parques temáticos, del mismo modo que en Carcassonne, lo que se ofrece al espectador es simulación de lugares históricos, personajes o monumentos; de este modo, la relación entre realidad y ficción se vuelve inequívocamente circular.Asimismo, como reflexiona J. Ramón Soraluce, se le debe reconocer a Viollet el mérito de recuperar el patrimonio para el disfrute de los sentidos; parecido al discurso que se expone en el Documento de Nara sobre la autenticidad de 1994, redactado en el marco del congreso internacional auspiciado por UNESCO e ICOMOS, en el que se especifica que “la contribución esencial de la consideración de la autenticidad en la práctica de la conservación es aclarar e iluminar la memoria colectiva de la humanidad”3.
J. Ramón Soraluce Blond, Historia de la arquitectura restaurada. Del Renacimiento al Movimiento Moderno, Universidad de Coruña: Servizio de Publicacións, 2010, p. 260.
Ignasi de Solà-Morales, Patrimonio arquitectónico o Parque temático, p. 5.
Pere Roca Fabregat, Estructuras y Patrimonio cultural. Análisis, conservación y restauración, nº 92, 2011, Universidad Politécnica de Cataluña, p. 21.
Agustín Cócola Grant. “El Barrio Gótico de Barcelona. De símbolo nacional a parque temático”, Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, Vol. XV, núm. 371, (agosto de 2011), Universidad de Barcelona, p. 5.
Francisco Javier Monclús. Estrategias urbanísticas en Barcelona: del «París del sur» a «capital del mediterráneo occidental». Polis. Revista de la facultad de arquitectura, diseño y urbanismo», Junio 2000.